Hay momentos en
nuestro camino que determinadas circunstancias variadas van agrupándose y
formando una especie de racimo energético que constituye con su irradiación una
invitación de elevada potencia al cambio, al movimiento, a iniciar una nueva
etapa en nuestras vidas. Dejar atrás, soltar, desprenderse, desapegarse… de
personas, de cosas, de sueños, de esperanzas, de proyectos, de ideas, de
lugares, de paisajes… dejar atrás el pasado, a quien valoramos por todo lo
bueno que nos aportó, por la esperanza de futuro y los proyectos que había en
él, y avanzar hacia el futuro, dejar atrás, aunque duela, hay que seguir.
“La vida es un
proceso dinámico y lo que torpemente llamamos “el presente” es sencillamente el movimiento que nos lleva del pasado
al futuro”.
Es este proceso
de desapego, de “no posesividad” de aquellas personas o cosas que nos han
proporcionado felicidad o placer, el que ponemos en marcha cuando nos hemos
comprometido con una vida de
transcendencia puesto que la vida espiritual nos invita a superar la
subordinación a la naturaleza y a sus deseos biopsíquicos.
Dejamos atrás
entonces los recuerdos emotivos y sentimentales, y salimos de la esfera
psíquica -en la que tan a menudo entramos cuando nos influye la energía de
Piscis o de Neptuno- para mirar con “FE
vibrante y creativa el futuro.”
(Extractos de la
obra de Dane Rudhyar, Astrología y vida espiritual)